El retiro del comandante Ríos (Parte III)
- Mauricio Romo López Arce
- 11 mar 2017
- 1 Min. de lectura

III
Su grito resonó en cada rincón de la comisaría. Instantes después, los otros cuatro miembros de su escuadra corrieron en dirección de donde provenía. Cuando llegaron al pasillo donde se hallaba el cuarto de armas, vieron al comandante de rodillas, cubierto detrás de una maceta, blanco de pánico y horrorizado, preparándose para disparar con su revólver hacia el otro lado de la oscuridad. Les gritó a todos que se dispusieran a devolver el fuego, y se escuchó el retumbar de muchos pasos dentro de la comisaría. La escuadrilla del Comandante Ríos no estaba sola; había otra dentro, una que no existía, conformada por policías que habían muerto en servicio y encabezada por un agente que parecía haber vuelto de la muerte: el teniente López.
Las dos escuadras se confrontaron en un arduo combate que no cedía. Las balas cruzaron pasillos, destruyeron vidrios, perforaron puertas y atravesaron cuerpos. Al final, la comisaría quedó intacta por fuera pero arrasada por dentro. En el exterior nunca se escuchó nada, mas que el rumor del viento. Nadie se habría enterado que dentro hubo una guerra aunque hubiese pasado por las inmediaciones del lugar.
Al día siguiente, cuando el agente local Portillo entró a la comisaría comiendo una dona y bebiendo café, no se imaginó el desastre que iba a encontrar. Cuando vio el primer cuerpo, perteneciente a un miembro de la escuadra del Comandante Ríos, estuvo a punto de desmayarse. Horas después, llegaron los reporteros y los miembros de la unidad forense. Se hallaron cuatro cuerpos; todos pertenecientes a la misma cuadrilla. No hubo rastro del comandante Ríos.
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